En general los cambios que vienen con el envejecimiento tienen un efecto unificador en el matrimonio: a medida que los esposos van dejando de mantener a la familia y de criar a los hijos, las parejas se van interesando más en la personalidad que en la función del otro y el disfrute de la compañía del cónyuge se convierten en el aspecto principal del matrimonio.
El estar enamorado sigue siendo el factor más importante para el éxito del matrimonio en estos años. Los problemas más corrientes surgen de la diferencia de valores, intereses y modos de pensar y ver las cosas.
Matrimonio sin hijos
Ya habíamos hablado en las publicaciones del mes pasado lo que sucede cuando llega el Nido vacio. En este caso, la gran diferencia en el nivel de satisfacción y cuidado en la vejez no está en la presencia de los hijos sino en la presencia del cónyuge.
Los ancianos que no tienen hijos no son más solitarios ni más pesimistas que acerca de su vida y tampoco más temerosos de la muerte que los que tienen hijos. El estado moral de muchos ancianos depende más de la frecuencia con que ven a sus amigos que a sus hijos.
Los padres recurren a sus hijos cuando necesitan ayuda, mas los que no son padres, suelen recurrir a sus hermanos o a sus sobrinos o parientes más lejanos. Estos familiares no son tan serviciales como los hijos o los hermanos pero colaboran de alguna manera con sus parientes ancianos, con frecuencia por consideración a sus propios padres.